MrBeast dice que ya no se hacen templos como los de antes. He ido a una pirámide centro comercial con caimanes para demostrar lo contrario

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  • En sus 32 pisos de altura no hay faraones egipcios, pero sí caimanes 1b5rc

  • Lo que nació como un recinto deportivo es ahora un templo al consumo 1n5t2t

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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

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Hace unas semanas MrBeast enfadó a la arqueología mexicana al sobrepasar varias líneas sobre lo que podía hacerse o no en su visita a las pirámides de los mayas, pero más allá de la polémica, hubo algo que me llamó especialmente la atención del discurso del famoso youtuber. En cierto momento del vídeo soltaba una frase que probablemente ya has escuchado alguna vez: ya no se hacen templos como los de antes. Aunque es fácil entender qué puede llevarnos a pensar así, es una afirmación fácil de rebatir.

En busca del ejemplo más extremo que pueda demostrar hasta qué punto se equivoca MrBeast y todos los que opinan como él con esa frase, he acudido a una de las construcciones más demenciales que he tenido la oportunidad de visitar. Una monumental pirámide de 98 metros de altura que, lejos de estar dedicada a faraones o dioses egipcios, en realidad es un centro comercial.

La Gran Pirámide de Memphis e1g4x

A principios de los 80 la ciudad de Memphis buscaba la forma de añadir un símbolo a su ciudad. Un edificio que, tal y como ocurría con el capitolio de Little Rock o el Arco Gateway de San Luis, se convirtiese en un icono de la ciudad mientras captaba la atención de posibles turistas. En honor a Menfis, la capital del Imperio Antiguo de Egipto de la que nace el nombre de la ciudad estadounidense, decidieron crear una monumental pirámide.

La idea era dar forma a una de las mayores pirámides de la era moderna, un majestuoso edificio de 32 pisos de altura y una superficie equivalente a seis campos de fútbol que, lejos de rendir culto a deidades egipcias, se utilizaría como recinto deportivo para el equipo de baloncesto de Memphis y, de rebote, también un lugar en el que celebrar conciertos masivos.

Aquella ambiciosa decisión se convirtió en una pesadilla arquitectónica que tuvo que lidiar con una eterna colección de problemas, desde inundaciones por lluvias torrenciales hasta problemas con la propia infraestructura. El resultado fue un proyecto que pasó de la iración más absoluta a una decadencia irrefrenable. Apenas una década después de su inauguración en 1991, el equipo de Memphis saltó a otro estadio más moderno y la pirámide quedó completamente abandonada durante muchos años.

Y en ese mismo estado podría haber seguido de no ser porque, allá por 2015, alguien decidió darle una segunda vida. Del culto al baloncesto como deporte, saltaría a otro bastante más radical que lo de encestar balones en un aro: la cadena Bass Pro Shops de artículos de caza y pesca se haría con la propiedad de la pirámide con la intención de remodelarla.

El resultado, como en la mayoría de tiendas de Bass Pro Shops en grandes superficies, es una auténtica locura que merece la pena visitar incluso aunque, como en mi caso, la caza y la pesca no te interese lo más mínimo. Lo que incluyen los 49.700 metros cuadrados de superficie útil no sólo es una tienda más, sino un centro recreativo que dispone de hotel con 100 habitaciones, restaurantes temáticos y un mirador de 360 grados de visión apoyado sobre el ascensor vertical más alto del mundo. Y por si la suma de boleras y simuladores de tiro no fueran suficientes, también tiene un pantano de interior con una inmensa colección de peces y caimanes vivos. Sí, lo has leído bien.

La otra cara de los templos modernos wl2c

A partir de aquí lo lógico sería pensar que es una locura comparar un símbolo histórico como el de las pirámides con algo que para muchos puede ser una aberración. Enfrentar la majestuosidad de una construcción que aún a día de hoy escapa a nuestra comprensión a un parque de atracciones dedicado a la caza y la taxidermia es, desde luego, un ejercicio complicado. Sin embargo la historia nos ha demostrado que, en realidad, ambas obras no están tan alejadas entre sí.

En ambos proyectos hablamos de arquitecturas desmesuradas e innecesarias tanto en lo funcional como en lo técnico. Edificios arquitectónicos construidos a base de sudor, lágrimas e ingentes cantidades de dinero que fácilmente podrían haberse destinado a fines más altruistas pero que, en realidad, coinciden en ser una muestra más de proyectar fama y moldear la percepción de poder del pueblo hacia sus líderes. Sea en la era actual o hace miles de años, el culto es distinto, pero sigue siendo culto.

Si antes estaba enfocado a faraones, reyes o dioses, ahora esa construcción de templos deriva en catedrales enfocadas a elevar el consumo y la cultura popular. En forma de monumentales centros comerciales como el de Memphis, o de majestuosos estadios como los que pueblan las principales capitales, los templos en los que rendir culto siguen construyéndose a día de hoy, pero lo hacen con otras adoraciones en mente.

Son templos simbólicos con rascacielos construidos por magnates inmobiliarios que quieren dejar su huella en la historia, y parques temáticos que actúan como una revolución arquitectónica que poco o nada tiene que ver con la funcionalidad que requieren las tiendas, hoteles y atracciones que hay en su interior.

Resultan igual de llamativos y espectaculares que lo eran los templos de antaño, y donde antes había frescos impresionantes y preciosas vidrieras, ahora hay pantallas interactivas que persiguen una intención similar, contar a quienes entren lo que quienes idearon ese templo quieren contar.

Afirmar que ya no se hacen templos como los de antes implica ignorar que este tipo de construcciones han sido siempre un reflejo de lo que la sociedad del momento considera sagrado, y si nuestra civilización desapareciese sin dejar rastro y las del futuro tuviesen que estudiar nuestros templos, probablemente llegarían a una conclusión similar a la nuestra. Al final, todo es cuestión de perspectiva.

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